miércoles, 23 de noviembre de 2011

Los consejos de la abuela.

Uno de los primeros accidentes culinarios que sufrí desde que vivo solo, fue cuando se hicieron demasiado unas patatas que me estaba asando en el microondas. Como recordaréis gracias a este enlace, el olor a patata carbonizada duró varios días, y uno de los consejos que recibí para evitar tan penetrante aroma, no fue otro que poner un poco de azúcar en una sartén al fuego. Por miedo a que fuese peor el remedio que la enfermedad, ya que yo siempre he sido algo torpe en estos aspectos, opte, simplemente por abrir puertas y ventanas, dejando que se airease el asunto.

Recientemente, mi queridísimo padre me envió un mail en el que aparecían una serie de consejos aparentemente tan rocambolescos que puede que hasta funcionen. Aquí tenéis una pequeña muestra.

Si tienes problemas con roedores, espolvorea pimienta negra en los lugares donde deambulan.
Para evitar llorar cuando se corta cebolla, mastica chicle.
Para darle brillo al cabello, Añadir una cucharada de vinagre al agua con la que te lo vas a lavar.
Para blanquear la ropa blanca, dejar en remojo la ropa en agua durante 10 minutos con una rodaja de limón.
Para obtener hielo puro y transparente, hervir el agua antes de cogelarlo.
Y la mejor de todas, para quitar el chicle pegado de la ropa, meter en el congelador la prenda durante una hora, para que después se despegue fácilmente el chicle.

Algunas de las que he puesto arriba he podido comprobar que son reales, sin embargo os voy a contar una experiencia personal que ocurrió hace algo más de un mes.


Esta linda gatita, que tan acurrucadita está en mis brazos haciendo la siesta, optó, mientras yo estaba una mañana trabajando, por mearse en la silla del ordenador. Después de meterle una bronca monumental donde le intenté hacer comprender que no estaba bien mearse fuera de su caja de arena, me tocó ponerme manos a la obra para salvar la silla donde había meado. Siempre que mi madre quería erradicar el olor a vomito causado por mi hermana en los viajes que hacíamos en coche, hacía uso de algo que en mi opinión era casi peor, el amoniaco. Así que armado con una botella de amoniaco y un trapo me dispuse a rociar la silla con el apestoso líquido. El problema vino después cuando tuve que secar la silla. La opción más lógica para secar algo ha sido, y será siempre, el secador del pelo.

Después de más de media hora con el secador en mano, me di cuenta cuan equivocado estaba, así que la saqué a la terraza para que el Sol hiciese el resto del trabajo.

Cuando ya estaba recogiendo todos los enseres y tenía en la terraza la silla, se me iluminó la bombilla y pensé, ¿Cómo se las apañaría Google si su gato se le mease en la silla del ordenador? Así que me dispuse a preguntarle. En resumen, me dijo que para eliminar el olor a meado de gato, lo peor que se puede usar es el amoniaco, ya que el fuerte olor de este, incita a los gatos a volver a mear allí, así que . . . Dentro vídeo:



Esa supercagadísima tenía que arreglarla de inmediato. Google, después de reírse de mi un rato, me dijo que con dos cucharaditas de bicarbonato en una taza de vinagre, podría librarme de el olor a pis.

Así que silla para dentro y vuelta a empezar.

De la época de mis clases del instituto, tenía el ligero recuerdo que si juntabas Vinagre y Bicarbonato se producía una bonita reacción química que hacía que saliese mucha espuma, pero jamás pensé que fuese a salir tanta como llegó a salir en realidad.

Si, me tocó limpiar también la cocina.

Pero bueno, ya tenía la mezcla echa y la tiré en el asiento de la silla para erradicar por fin el olor.

Con casi un litro de liquido en la silla (entre el amoniaco del principio y la mezcla explosiva del final), pensé que hasta que saliese el Sol la mañana siguiente, lo mejor que podía hacer era poner la silla boca abajo para que fuese evacuando agua.

Como podéis ver en la foto de abajo, le di la vuelta a la silla, la sujeté con el sillón de la terraza para que se mantuviese estable, y me fui a dormir con la sensación de un trabajo bien hecho.


Nada más lejos de la realidad. Los equilibrios no son lo mio, y, a eso de las 5 de la mañana, un tremendo estruendo me despertó. Sobresaltado, pensé que igual había tirado sin querer el portátil al suelo, o que Mai había podido tirar alguna lampara o algo, pero tras el sobresalto inicial, recordé lo que tenía en la terraza, y en efecto, este fue el panorama que me encontré.


Por culpa del viento la silla se había pegado un buen golpe, pero al estar toda la noche boca abajo estaba casi seca, sólo tuve que dejarla secar un ratito al Sol.

A día de hoy, la silla descansa tranquilamente sobre la alfombra del cuarto del ordenador esperando a que un servidor se siente en ella.

Durante la redacción de esta entrada, ninguna gata fue estrangulada por mearse donde no toca, ni ninguna silla fue herida al precipitarse desde lo alto de un sillón.

Entrada Patrocinada por Chrome, el Explorador de Internet más Veloz, y Google, su todopoderoso creador.

2 comentarios:

soyade dijo...

jajajaa yo tan bien soy devota de san google...anda que no me a salvado de mil dudas. Me alegra que tengas de nuevo tu silla.
saludos!

Unknown dijo...

El problema es que Internet está llegando a un punto en el que tienes informaciones enfrentadas, Algunos dicen que uses X producto para una cosa, y otros te dicen que lo peor que puedes hacer es usar ese producto, que lo mejor es usar otro. Eso acaba generando un caos de proporciones bíblicas. El Apocalipsis vamos.