martes, 10 de diciembre de 2013

Ya soy mayor.

Eso es algo que por desgracia salta a la vista en mis recientes fotos. Lo que empezaron siendo unas ligeras arruguitas de expresión se están convirtiendo en unas patas de gallo de proporciones Godzillicas. Pero no es de esto de lo que quería hablaros hoy. Recientes "sobornos" han llegado a la empresa en forma de basquet de mandarinas. Mandarinas que han hecho tambalearse los pilares de mi manera de enfocar las frutas.

Desde pequeño mi relación con la fruta y con la comida en general no ha sido muy "fructífera" ( Vale, prometo no hacer otro chiste tan malo en esta entrada). La única pieza de fruta que me ha gustado siempre ha sido el platano, y, según he ido creciendo, me han ido gustando otras como la manzana, la pera, el melón . . .

Pero con las mandarinas siempre había tenido un trauma. Y digo trauma y ahora os explicaré el porqué.

La memoria no ha sido nunca uno de mis principales fuertes, de hecho, en pruebas típicas para saber lo listo que eres siempre ha sido mi talón de Aquiles, sin embargo, tengo ciertos recuerdos de la infancia que, por muchos años que viva, creo que jamás podré olvidar.

Esto que os voy a contar que no se entere nadie, pero en la guardería, las cosas que más odiaba cuando me quedaba a comer era el puré de patata y las mandarinas, recuerdo pocas cosas, pero el puré de patata y las mandarinas son un sueño recurrente en mis noches de pesadillas. Con el puré de patata no se bien como intentaba librarme de él, pero las mandarinas si recuerdo que las escondía entre los juguetes para que las profesoras se pensasen que me las había comido. Era la única opción que tenía, no recuerdo que en mi clase hubiese un gordaco a quien darle la comida que no quisiésemos para potenciar así  su gordura y que cayese en una espiral auto-destructiva de lípidos alrededor de sus órganos vitales.

El caso es que como he dicho, recientemente llegó a la empresa un mensajero que traía un basquet de madera con por lo menos 8 kilos de mandarinas, y yo pensé, si alguien soborna con mandarinas es que tienen que ser mandarinas cojonudas, si no vaya mierda de soborno.

Como veis mis dotes de Sherlock siguen intactas, desde aquí quiero dar las gracias públicamente a mi jefe por haberme ofrecido tan jugosas mandarinas.

El caso es que llené una bolsa y ahora están reposando en mi frutero.


Lo que aun no he hecho es explicaos por que he dicho que ya soy mayor. Veréis, desde pequeño el sabor a mandarina me ha gustado pero lo veía algo con demasiada fibra, como que de sabor si, pero que el hecho de tener luego que tragar toda la pulpa como que no. Claro, como ya he dicho, en la guardería el truco de chuparlas para sacarles el jugo y luego tiraba el resto no me lo dejaban hacer. Así que esa rica fruta salió por completo de mi pirámide alimentaria.


Años después de tomar por última vez una mandarina, el destino puso en mis manos mandarinas que debían estar sólo al alcance de Reyes y Dioses si eran utilizadas como regalo, y no se que pasó por mi cabeza, pero la sensación fue la de "Estoy Preparado" y empecé a comérmela ( Sin piel eh ).

Supongo que es la misma sensación que tienen algunas mujeres cuando toda su vida han dicho que ellas no quieren tener hijos y llega un día que como por arte de magia les llegan las ganas.

Y después de esta brillante comparativa que he hecho, ha llegado el momento de dar por concluida la entrada de hoy.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

No entiendo nada! entonces te gustan o no?

Unknown dijo...

Antaño no me gustaban y ahora que he probado estas "Gran Selección" he descubierto que si me gustan.

Anónimo dijo...

peroooo.... de mayor siguen siendo los plátanos tu fruta favorita no?

Unknown dijo...

Ya se por donde vas. . . ¬¬